En 1959, se transmite a Le Corbusier el deseo del presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, de realizar el proyecto de la embajada de Francia en Brasília, la capital del país en construcción, y así continuar la colaboración iniciada con el proyecto para la Casa de Brasil en la Ciudad Universitaria de París entre el 1957 i el 1959.
Firmado el contrato en enero de 1960, la etapa de elaboración del programa y croquis del futuro edificio se alarga hasta junio de 1963, fecha en la que el arquitecto envía un primer anteproyecto. La entrega de los planos definitivos se produce en junio de 1964 pero los costos de construcción y algunos problemas burocráticos provocan la interrupción del proyecto. Después de la muerte de Le Corbusier, se decide la construcción del edificio duplicando su superficie, trabajo que se encarga a Guillermo Jullian de la Fuente, colaborador de Le Corbusier en este proyecto y en el del Hospital de Venecia
El edificio se emplazaba en una parcela de forma rectangular, de 240 metros de largo por 100 metros de ancho, situada al sureste del eje principal de la banda sud-est de l’Eixo Monumental de Brasília, entre el ala del rodoviario y el lago. Había dos calles de acceso en los extremos de la parcela, uno principal, la avenida “des Naçoes”, y otro, más secundario, en el otro. Los primeros esbozos comienzan dividiendo el programa funcional en dos partes bien diferenciadas: la residencia del embajador por un lado y la Cancillería, alojando las estancias administrativas, por otro. Inicialmente, la Cancillería se planteaba dividida en dos cuerpos en forma de “U” conformando, a modo de greca, dos patios a ambos lados de la calle de servicio que atravesaba la parcela. La residencia, por su parte, se entendia como un suma de cuerpos que se extendían de manera irregular adaptando algunas de las propuestas del Hospital de Venecia.
Aún manteniendo la división en dos sectores funcionales, Le Corbusier abandona esa primera idea de ocupación del terreno y encuentra la forma definitiva, simplificando la geometría de las piezas e incorporando un lenguaje próximo al de sus últimos proyectos, como el Centre Carpenter o el Palau de Congressos d’Estrasburg, incorporando el uso de los ondulatoires o el brise soleil. La Cancillería pasa a ser un prisma cilíndrico excavado en su parte suroeste, de unos 26 metros de altura y 15 metros de radio máximo, con la recepción en planta baja y 8 pisos de despachos distribuidos de manera ortogonal y envueltos por un brise soleil que resigue el perímetro curvo de la fachada en la zona nordeste, la más afectada por la radiación solar. La residencia del embajador se transforma en una caja rectangular de 42 por 17,20 metros dispuesta en el sentido perpendicular de la parcela con sendos brise-soleils en las fachadas este y oeste. Su menor altura, de 10 metros, -PB +3, contrasta con el cuerpo más alto de la Cancillería, otorgándole mejores vistas y marcando su presencia en el paisaje. La oposición de los dos volúmenes y programas se hace evidente¨: la Cancillería, alta, circular, dinàmica, absorbe la variedad de movimientos interiores propios de su función y los movimientos exteriores que los cambios solares provocan en el brise-soleil de la fachada, y la residencia, baja, alargada, rectangular y asentada sobre el terreno muestran un tono más calmado y enraizado en el entorno. Esta diferencia es acentuada por el trayecto que sigue la via de servicio cruzando la parcela en diagonal y marcando de manera más clara el territorio propio de cada una de las piezas.
(O.H.R.)
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